sábado, septiembre 24, 2005

La Frase infeliz


Bejla Rubin de Goldman

El diario Perfil en su única tirada de los días domingos, a pesar de tildar a una frase de “infeliz”, igualmente la dio a conocer. O sea, es una manera de notificar y dar letra a que circule un pensamiento non santo. Se trata de la “frase infeliz” publicada el 18 de septiembre de 2005 perteneciente a Carlos Ortiz de Rozas, con doble apellido y todo, que dice no entiendo por qué la intervención sonora que se va a hacer en el Cementerio de la Recoleta no se hace en el cementerio (con minúscula) israelí.

El Cementerio es judío y no israelí, dado que pertenece a la comunidad judía de la Argentina, no a los judíos que viven en Israel, los llamados israelíes.

Ya Marguerite Duras había señalado que la sola palabra judío evocaba una potencia de muerte por lo que se había hecho con ellos en las cámaras de gas. Entonces, pareciera que el Señor Ortiz de Rozas tuviera temor de pronunciar esa terrible palabra tratando de suavizar su potente y discriminatorio significado por el de israelí.

La frase parece ingenua y un alegato del buen ciudadano Ortiz de Rozas pero en esa “inocencia” se apunta la mira y da pie a que algún sujeto, no tan bien intencionado como el Señor Ortiz de Rozas, y se le ocurra no solamente ir con la música a otra parte, sino de paso, como para justificar el viaje, pintar algunas esvásticas, adulterar tumbas, cantar algunas cancioncitas que rimen con judío, ruso y otras injurias, en fin una frasecita con un malogrado bleque, dado que se delata la posición poco clara.

Acaba de salir una reedición de un conjunto de escritos de Theodor Adorno realizados durante los años 1970 al 86, que se llama Ensayos sobra la propaganda fascista. Psicoanálisis del antisemitismo ( editorial Paradiso).

Allí Adorno se basa en el ensayo de Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, para dar cuenta de la posición de las masas y su relación al líder, fundamentalmente, la sumisión del pueblo alemán a su Führer Adolf Hitler.

Este ensayo reflotado hoy en día es pertinente dado los rebrotes antisemitas en Europa, no sólo en cuanto a los grupos neonazis sino inclusive a la posición de intelectuales de la talla de José Saramago, pensamiento ya bien denunciado por Pilar Rahola.

Adorno plantea que todo lugar donde rebrota un nacionalismo militar, automáticamente resurge el pensamiento y la acción antisemita. Lo padecimos durante el Proceso Militar argentino, también en la década del 60 con los Tacuaras, lo vemos hoy en día con la ideología nazi reflotada por un Biondini, y todavía habrá que esperar por más.

Escribe Adorno deberíamos recordar que el totalitarismo considera a las masas no como seres humanos autónomos, que deciden racionalmente su propio destino y a quienes hay que dirigirse, por tanto, como sujetos racionales, sino como simples objetos de medidas administrativas, a quienes hay que enseñar, por encima de todo, a ser humildes y obedecer órdenes (pag. 11 de la obra ya mencionada).

Esta cuestión de pura obediencia exime al líder de tener que organizar a una nación con planes precisos y lineamientos teóricos. Todo su poder se centra en su persona, ya lo vimos con un Menem, con un perfil autoritario, caprichoso, narcisista y despótico. Es el imperio de la sugestión y sus efectos hipnóticos que hace de sus seguidores borregos en pos de restituir a Un Padre Poderoso que decida por ellos y ante el cual la obediencia es ciega, desmedida y fanática.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, dado los tabúes oficiales, se ejerció un criptoantisemitismo sin dejar de ejercer ese poder oculto un peligro potencial.

Hoy a 30 años de haberse publicado por primera vez estos escritos de Theodor Adorno, ya ni siquiera se puede hablar de un antisemitismo a escondidas. Con un mundo cambiado, con nuevas generaciones de desclasados, con la decadencia de la burguesía, con movimientos fundamentalista que no diferencian judíos de católicos dado que todo no islámico es un hereje, el mundo podría tomarse del judío ,y de hecho lo hace, poniendo nuevamente como argumento antisemita al Estado de Israel como responsable de haber despertado a la fiera fundamentalista, pues es más aceptable ver al judío como piadoso, sumiso y temeroso que aceptarlo como beligerante, defendiendo su derecho a la vida y la posesión de una vieja/nueva patria nacida de las cenizas, crematorios y maldades de una humanidad indiferente que hizo de la explotación y experimentación judía un buen negocio.

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